La Comisión Europea acabó ayer con 12 años de parálisis al autorizar por primera vez desde 1998 el cultivo y comercialización de un producto genéticamente modificado, la patata Amflora. El almidón de esta creación de la alemana BASF podrá emplearse para fabricar papel y para alimentación animal. Pese a que la Comisión permitirá a los Estados vetar su comercialización, grupos ecologistas protestaron por el riesgo de contaminación de otras cosechas y alertaron de que Amflora podría provocar resistencia a los anti-bióticos. Sólo otro producto transgénico había sido autorizado hasta la fecha por Bruselas, una variedad de maíz de la que España produce el 80% de la cosecha comunitaria.
El maltés John Dalli, comisario de Sanidad y Protección al Consumidor, apenas ha necesitado tres semanas para desatascar una decisión a la que se resistió numantinamente el anterior comisario de Medio Ambiente, el griego Stavros Dimas. Como Dimas no ha repetido en la nueva Comisión y su sucesor en Medio Ambiente, el esloveno Janez Potocnik, no compartía sus recelos, el Ejecutivo comunitario tiró ayer por todo lo alto. No sólo aprobó el cultivo y comercialización de Amflora, sino que dio el visto bueno a la comercialización de otras tres variedades de maíz de Monsanto.
Dalli reconoció lo delicado que resulta tratar con productos transgénicos, pero aseguró que tras evaluar las cuestiones de seguridad para la salud humana y animal y las cuestiones medioambientales ha quedado claro que no había razones para seguir negando las cinco autorizaciones concedidas ayer. El visto bueno político a los transgénicos vino precedido de la opinión científica favorable de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), que esperaba en un cajón a ser tenida en cuenta desde 2006. En sus informes, la EFSA descarta que haya riesgo para la salud de las personas, los animales o el medio ambiente, incluido el alegado posible perjuicio por la presencia en la patata de dos genes que confieren a la planta resistencia a los antibióticos.
El comisario aludió a las estrictas condiciones impuestas al cultivo para evitar que contamine otras cosechas vecinas, limitaciones que incluyen la absoluta separación en todo el proceso, desde la siembra hasta la comercialización, de Amflora de las patatas destinadas a consumo humano. Aun así, la propia Comisión autoriza la presencia accidental de un 0,9% de Amflora (la misma tasa que para todos los transgénicos) en los alimentos para personas.
El gigante BASF y la patronal europea de la biotecnología celebraron la decisión de Bruselas, mientras agrupaciones ecologistas como Greenpeace lamentaban que una de las primeras decisiones de la nueva Comisión suponga "una amenaza para el entorno y la salud humana".
Consciente de la aversión que los productos transgénicos suscitan entre la opinión pública y en algunos Gobiernos (el italiano anunció de inmediato que va a montar un frente de rechazo con todos los países que se oponen a estas innovaciones), Dalli anunció que los países podrán adoptar salvaguardas (prohibición nacional, previa autorización de Bruselas) para impedir su cultivo en territorio nacional. La Comisión, mientras, prepara una nueva normativa para el verano que combine los dictámenes científicos favorables a los transgénicos con la libertad de los Estados a oponerse directamente a su cultivo.
- Origen. El primer cultivo transgénico se plantó en 1994. Desde entonces se ha aprobado una treintena de variedades (soja, maíz, arroz, colza, algodón, remolacha).
- Extensión. 25 países permiten el cultivo de transgénicos. España es, dentro de la UE, el que más superficie le dedica (entre 60.000 y 100.000 hectáreas de maíz).
- Riesgos. Las agencias evaluadoras afirman que los cultivos aprobados son seguros para la salud de animales, personas y medio ambiente. Los ecologistas y quienes se oponen a estas plantas insisten en que el peligro a largo plazo no está demostrado, y que pueden producirse escapes de las semillas al entorno que contaminen el medio ambiente.
- Utilidad. Los defensores afirman que los transgénicos son una herramienta para combatir el hambre. Los opositores, que sólo se enriquecen los fabricantes de semillas, y que el hambre sigue en aumento.
El maíz transgénico de Monsanto autorizado en 1998 se cultiva en cinco países de la Unión Europea: España, con el 80% de la producción total (alrededor de 75.000 hectáreas), Eslovaquia, Portugal, República Checa y Rumania. Han adoptado salvaguardias contra su cultivo otros seis países: Alemania, Austria, Francia, Grecia, Hungría y Luxemburgo. La legislación polaca prohíbe todo cultivo de transgénicos.
Con las aprobaciones, ya habrá dos cultivos transgénicos que se podrán plantar en la UE (un maíz y la patata), y 32 variedades (de maíz, algodón, colza, arroz y berenjena) que se pueden importar. En este caso, cuando se usen para consumo humano, habrá que indicarlo en el etiquetado.
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